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“Mi abuela, Maripepa del Cobertizo, tenia un secreto bajo siete llaves. Era el secreto mas guardado, el mas oculto, el que no se puede nombrar porque no hay palabra que lo nombre. Al principio, cuando me entere, me llene de terror, es cierto, pero despues el terror se fue esfumando y tomo la forma de un deslumbramiento. Para quitarnos las tristezas, Maripepa nos reunia bajo las estrellas, sobre la tierra humedecida, y nos contaba historias. Las palabras le salian a borbotones de entre los pocos dientes, la lengua se le movia como si le bailara dentro de la boca. Y todos, hipnotizados, la veiamos agigantarse, embellecida. Ella conseguia domesticar el tiempo. Lo hacia avanzar o retroceder a su antojo. O lo dejaba quieto, como si ya hubiera alcanzado la eternidad. Hasta que a nosotros se nos caian los parpados y nos envolvia la niebla del sueño que cada uno habria de soñar.”“Las abuelas son un gran invento. Funcionan distinto a las madres. No se si mejor o peor, pero distinto. Lo digo por lo que veo, por lo que oigo, porque lo que se llama experiencia personal, no tengo. No tengo como comparar unas con otras: yo naci huerfano. Y digo lo que digo por esa manera tan estrambotica de querer que tienen las abuelas. No andan escasas de tiempo todo el tiempo o lo disimulan. Nos dejan entrar en sus vidas de imprevisto, a los llantos, a los saltos, a los tropezones, a los manotazos, ¡y tan contentas!”

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“Mi abuela, Maripepa del Cobertizo, tenia un secreto bajo siete llaves. Era el secreto mas guardado, el mas oculto, el que no se puede nombrar porque no hay palabra que lo nombre. Al principio, cuando me entere, me llene de terror, es cierto, pero despues el terror se fue esfumando y tomo la forma de un deslumbramiento. Para quitarnos las tristezas, Maripepa nos reunia bajo las estrellas, sobre la tierra humedecida, y nos contaba historias. Las palabras le salian a borbotones de entre los pocos dientes, la lengua se le movia como si le bailara dentro de la boca. Y todos, hipnotizados, la veiamos agigantarse, embellecida. Ella conseguia domesticar el tiempo. Lo hacia avanzar o retroceder a su antojo. O lo dejaba quieto, como si ya hubiera alcanzado la eternidad. Hasta que a nosotros se nos caian los parpados y nos envolvia la niebla del sueño que cada uno habria de soñar.”“Las abuelas son un gran invento. Funcionan distinto a las madres. No se si mejor o peor, pero distinto. Lo digo por lo que veo, por lo que oigo, porque lo que se llama experiencia personal, no tengo. No tengo como comparar unas con otras: yo naci huerfano. Y digo lo que digo por esa manera tan estrambotica de querer que tienen las abuelas. No andan escasas de tiempo todo el tiempo o lo disimulan. Nos dejan entrar en sus vidas de imprevisto, a los llantos, a los saltos, a los tropezones, a los manotazos, ¡y tan contentas!”